EL TALLER DE ANTONIO SMITH: UNA INICIATIVA PICANTE, POÉTICA, IMPREVISTA[1]

Catalina Valdés (EHESS, París; IDAES-UNSAM, Buenos Aires), José Miguel Frías (Universidad Alberto Hurtado, Santiago de Chile)

Resumo: A comienzos de la década de 1870, el camino que llevaba de la Academia de Pintura Nacional al taller del pintor Antonio Smith (Santiago, 1832-1877) era bastante corto, pero al recorrerlo, los jóvenes aprendices realizaban en verdad un trayecto mucho mayor: de una formación basada en el dibujo de figura humana que los preparaba para la pintura narrativa, pasaban a un espacio de producción bastante libre, volcado al género de paisaje, una materia que quedaba fuera del programa de la Academia. Salían así de una institución normada que esperaba de sus alumnos obras funcionales a requerimientos públicos, para llegar al lugar donde se activaban por primera vez en Chile los mecanismos de producción de la pintura moderna: la inspiración, la autonomía, en fin, el arte por el arte.

En el contraste de ambos lugares, constataremos que los muros de este taller se expandieron hacia la naturaleza, puesto que Smith introdujo la práctica de pintura al aire libre. Veremos también que la condición de espacio “alternativo” alimentó la construcción de la figura de Smith como un pintor bohemio.

No hay imágenes visuales del taller,[2] sin embargo - y de modo excepcional - la literatura artística se encargó de describirlo por medio de anécdotas y recuerdos. Entendiendo conceptualmente el taller como espacio de sociabilidad, innovación y autoinvención, sumaremos a estos textos las propias obras allí producidas. Estas serán las fuentes que, como pistas, nos permitan reconstruir el lugar de educación y creación artística informal que estimuló una producción numerosa, celebrada de inmediato por el público y reconocida por la crítica contemporánea como la esperada primera escuela de pintura nacional.

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[1] El título de esta ponencia retoma la expresión con que Vicente Grez, pionero de la crítica de arte en Chile, describe el taller del artista Antonio Smith: “Frente a la academia rejuvenecida y triunfante se alzaba el modesto taller de Smith, concurrido por los más aventajados discípulos de [Ernst] Kirchbach que iban ahí en busca de esa iniciativa picante, poética, imprevista, que refrescaba la fantasía después de una pesada tarea. Los que terminaban en la academia una figura sombría, una bruja, un demonio, un verdugo, un político o un nécio, se dirigian al taller de Smith a pintar un cielo, un claro de luna, un rayo de sol”. Vicente Grez, Antonio Smith (Historia del paisaje en Chile). Santiago: Establecimiento tipográfico de la Época, 1882, p. 70.

[2] En una rápida enumeración, nos referimos a Pedro Lira, Alberto Orrego Luco y Onofre Jarpa, pertenecientes a la primera generación notable de artistas profesionales del país. A este grupo se deben sumar los jóvenes aficionados que no eran estudiantes de la Academia.